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10 de octubre de 2022

Diario de una letrada pringada

 Hace casi nueve años acabé la carrera. Pese a la insistencia de los padres en que preparara una oposición, decidí ponerme la toga y el maletín.  

Desde entonces, las experiencias se han ido acumulando, y ahora son un cúmulo inconexo de recuerdos buenos y malos que se avivan y te bombardean conforme llegan los nuevos recuerdos del ahora, día a día. 

Desde que empecé, he pasado por varios “despachos” que en realidad han sido empresas dirigidas por empresarios a los que lo único que les importa es el dinero. Todos menos uno, en el que primaba  el “status” de abogado de banca.

No es que critique que los empresarios quieran ganar dinero, al contrario, si montas una empresa ese es uno de los objetivos, pero si hemos de ser sinceros, ganar dinero está bien, pero no vendas y te des golpes en el pecho porque tú “ayudas a los clientes en situaciones críticas”, cuando lo único que estás haciendo es dejar de lado el Derecho para centrarte en vender unicornios. 

Es más, cuando aún así consigues ser el 1% de recursos admitidos, gran drama porque he sido yo y no alguien que se llama a sí misma abogado sin pegar ni golpe. 

Drama que ha conllevado consecuencias no solo para mí, sino también para mis compañeros.

 Hasta ahí llega la estupidez humana, algo bueno se convierte en agonía para los trabajadores, que ven como su soga al cuello aprieta un poco más porque el Tribunal Constitucional ha admitido un recurso a una “que no tiene ni idea” (palabras textuales) y no a la que alardea y se Hace llamar “la única abogada” del despacho.

Y tu, como abogada, haces lo que jurídicamente es posible y lo único que consigues es una reprimenda porque no es suficiente. “Milagros a Lourdes, señor”, viene a ser mi respuesta cuando me recriminan que el cliente va a perder la casa (cuando lleva desde 2010 sin pagar). Puedo alargar el proceso, puedo reclamar comisiones e intentar rebajar la deuda e incluso negociar con el letrado contrario, pero lo que no puedo hacer, es que el señor se quede con la casa sin pagar ni un céntimo. Milagros a Lourdes. 

Y, para colmo, regañona porque no es lo que el “empresario” ha vendido al cliente. Empresario que no ha estudiado Derecho, que la única relación con la universidad es la de la vida, la de “primero paga y después hablamos”. 

Señor, el derecho tiene sus trámites y también sus triquiñuelas, pero esto no es un sueño si no la vida real.

Por suerte, puedo estar agradecida que la mayor de las experiencias ha sido, hasta ahora, no solo el crecimiento y desarrollo profesional que he tenido que auto gestionar y auto aprender, sino que todas estas experiencias han venido acompañadas de personas maravillosas que han hecho de este viaje, un crecimiento personal, que nadie puede quitarme ni recriminarme.

Y, hasta aquí el pequeño resumen de mi situación actual. 

Hace años me preguntaron en una entrevista “¿como te ves en diez años?”. Actualmente sigo sin respuesta afirmativa a esa pregunta, pero lo que sí puedo decir, es que no me veo exprimiendo la cartera de la gente como objetivo único de mi vida. La vida es algo más que tener la cuenta del banco rebosante.