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10 de junio de 2009

La Chica de la Ventana


La luz entraba por la ventana,
una ventana corriente, de alumnio,
como todas las demás.
De nada se diferenciaba del resto,
excepto por la silueta que descansaba en ella.
Las cortinas blancas estaban recogidas,
entraba la luz del sol,
que alumbraba toda la habitación y
sobre el suelo se extendía la silueta de la joven.

Pasaba horas delante de la ventana.

Todas las tardes, puntual, acudía a ella para dejar que el sol la alumbrara, la calentara, parecía que el sol la rodeaba y le daba caricias. La reconfortaba.
Había cogido esa costumbre desde que llegó a la nueva ciudad, una nueva oferta de trabajo que no pudo dejar pasar...
Hizo su maleta, subió al tren y poco a poco, se hizo a su nueva vida y al sol de su ventana.
Cuando su silueta alcanzaba sus pies, despertaba de sus sueños y se preparaba para el resto de su rutina.

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